martes, 28 de agosto de 2007

CAPTURAN EN RUSIA A YAIR KLEIN, MERCENARIO ISRAELI QUE ENTRENO A LOS PARAMILITARES


Bogotá, agosto 28 (Revista Semana). Se trata del hombre que enseñó a matar a civiles en operaciones de comandos de asalto. Trabajó para el narcotraficante José González Rodríguez Gacha, alias ‘El Mejicano’ aunque el dice que llegó a Colombia traído por la Fuerza Pública. Se inician los trámites de su extradición.

El recuerdo más nítido de las acciones del mercenario israelí Yair Klein está en viejas imágenes de noticieros de televisión cuando se veían a hombres armados disparar desde sus camionetas a blancos que simulaban personas. Los colombianos empezaron a rumorar que algo malo se estaba cocinando en ese simulacro que se realizaba en lujosas haciendas del Magdalena Medio.
En efecto, a los pocos días el rosario de masacres contra civiles indefensos empezó a llenar de dolor el país. Segovia, San Carlos, Urabá. Eran crimines similares en poblaciones antioqueñas que luego se fueron multiplicando en el resto del país. Detrás de esos jóvenes sicarios estaba la mano “formadora” del este mercenario, al que pagó el narcotraficante José Gonzalo Rodríguez Gacha. Eran las bandas de sicarios que luego crecieron hasta convertirse en una federación agrupada en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Ese hombre que les dio la instrucción militar fue capturado en Moscú. La INTERPOL avisó a su similar de Colombia que de inmediato reportó la noticia al Gobierno.

El presidente Álvaro Uribe al informarse del hecho –según confirmó el ministro del Interior, Carlos Holguín Sardi, exigió de inmediato su extradición, tramite que ya se inició. El saliente director del DAS, Andrés Peñate, lo califica de “terrorista y bandido, entrenador de grupos de sicarios formadora”. Y anunció que su extradición puede tardarse entre 60 días y un año.
Las últimas noticias que conoció Colombia sobre el mercenario israelí Yair Klein se dieron en 2002. En ese año, el Tribunal Superior de Manizales lo condenó a 10 años y ocho meses de prisión y a pagar una multa de 22 salarios mínimos. El motivo era su participación en el fortalecimiento y adiestramiento en prácticas de guerra a grupos paramilitares. Aunque nunca fue capturado, parecía que su historia con Colombia había terminado. Ahora podrá terminar aquí sus días en una cárcel de Máxima Seguridad.

Recientemente, el programa ‘Hablando claro con la prensa’, del Canal Caracol, emitió una entrevista con el tristemente célebre personaje. En ella, critica el proceso de desmovilización de los paramilitares. “Es una estupidez y una falta de liderazgo desarticular a los paramilitares sin haber acabado con la guerrilla. Ahí hay presiones extranjeras porque el gobierno colombiano no puede ser tan tonto para ello”, dijo.

En sus declaraciones al programa, Klein advirtió que volvería a Colombia si lo necesitaran para acabar con la guerrilla, que era la importante tarea que inició en el país en 1987 y que no se ha concluido. Volvería para exterminar a la guerrilla y porque “el mejor capítulo de mi vida fue mi paso por Colombia”, de acuerdo con sus declaraciones.

Personaje siniestro

El siniestro personaje dice que se lamenta de no haber podido hacer más para claudicar aquella meta y que la causa de la guerra era válida en aquel entonces y lo sigue siendo ahora. Tal y como lo ha venido sosteniendo desde su primera llegada a Colombia, en el espacio de televisión volvió a ratificar que el primer contacto con este país fue con el Gobierno.
Su versión es que vino en el 87 para lograr que la Policía contratara su empresa Speardhead para entrenar a sus miembros en asuntos de defensa y seguridad personales. Klein había dicho en años pasados que en ese primer viaje se entrevistó con el general de la policía Carlos Arturo Casadiego y con representantes de la empresa Atlas Seguridad. En 1988 y 1989 hizo nuevas visitas al país “porque fue cuando me contrataron para dictar cursos en Puerto Boyacá”, según le declaró a SEMANA en el 2002.

Cuando llegó a aquel sitio, estuvo en un encuentro “con unos ganaderos de Acdegam que estaban asediados por las guerrillas. Y fue así como llegué a esta región a preparar grupos de autodefensa. Eran ganaderos y campesinos que no aguantaban más a la guerrilla”, dijo en aquel entonces y lo sigue diciendo ahora. La razón era que el Ejército no podía defender sus derechos, entonces les tocaba asumir la seguridad por sus propios medios. Según sus palabras, los entrenamientos eran militares y de defensa y de ninguna manera de crímenes o asesinatos.
Fidel Castaño, uno de sus alumnos

Su invento se volvió un monstruo. De aquel grupo de 60 hombres que adiestró en aquel entonces, salieron temidos asesinos que sirvieron para manchar de más sangre la historia de Colombia. Un testimonio que rindió uno de aquellos hombres ante la Fiscalía en 1993, cuenta que “recibimos entrenamiento en la finca Las Tangas. Allá nos enseñaron a manejar armas, explosivos y a diseñar y montar planes para asesinar gente”.

El jefe de aquel grupo era, ni más ni menos, que Fidel Castaño, uno de los padres del paramilitarismo. Según aquel combatiente, la consigna del jefe era tajante: “acabar con la delincuencia del país”. Y, al finalizar el entrenamiento con Klein, les dijo que “por el trabajo que van a hacer, recibirán una paga de 150 mil pesos mensuales y una bonificación de 200 mil pesos por cada h.p. guerrillero y campesino torcido que maten”.

Entre aquel grupo de 60 combatientes, se encontraba el temido Alonso de Jesús Baquero, conocido en la guerra con el alias de ‘Negro Vladimir’. Además de su apodo, cargaba con el meritorio calificativo de ser el mejor alumno de Klein. Entre 1987 y 1989, asesinó a más de 100 personas. De aquellos años de preparación con el mercenario israelí, ‘Vladimir’ guardó el recuerdo de haber recibido lecciones sobre la táctica inglesa y la alemana. “Consistía en que al enemigo hay que exterminarlo de raíz”, comentaba en 1997. Y erradicarlo significaba había que disparar ante cualquier sospecha.

Tiempos de sangre

“Nos dijeron que un guerrillero o un auxiliador de la guerrilla, ubicado en un sitio clave, nos podía hacer mucho daño. Entonces salimos a perseguir a los colabores y al brazo armado de las Farc. Y les dimos muy duro. Al que detectábamos, le dábamos. Fue apasionante ser alumno de Klein”, comentó ‘Vladimir’ en una entrevista con SEMANA.

Seis meses después del primer entrenamiento con Klein, un grupo de 40 hombres pasó a la finca La Isla, en Puerto Boyacá. Aquella era propiedad de José Gonzalo Rodríguez Gacha, ‘El Mejicano’, uno de los más sangrientos capos del Cartel de Medellín. Su interés era formar un grupo de protectores armados que cuidaran sus extensas propiedades en aquella región.

De nuevo, el instructor sería Klein, que esta vez se encargó de convertir a aquellos aprendices en expertos en explosivos, en tácticas de asalto y en técnicas de asesinato. Como parte del curso, había una lección consistente en armar y desarmar un carro bomba en menos de dos horas, según lo recordó en 1993 uno de los alumnos. De esos 40 seleccionados, sólo 20 aprobaron el curso. Entre ellos estaba ‘Vladimir’. Con el paso de los años, se supo de la responsabilidad de aquellos hombres en las muertes del procurador Carlos Mauro Hoyos, el cantante de vallenatos Rafael Orozco y los hermanos Jairo y Alex Durán.

Su origen

Estas son sólo algunas de las huellas que dejó el paso de Klein, un monstruo salido de las propias entrañas del ejército israelí. Desde su adolescencia, como ocurre con la mayoría de sus compatriotas, ingresó a la carrera militar. Sus méritos lo llevaron a ser seleccionado para conformar los grupos especiales de asalto. Fue así como se familiarizó con todos los secretos de la defensa militar de su país y participó en acciones tan audaces como la que en 1972 permitió rescatar a decenas de rehenes cautivos en un avión libio, en el aeropuerto de Lod, en Tel Aviv.
Para que no quedaran dudas de su eficiencia, a Yair y a sus sicarios sólo les tomó siete y medio segundos ingresar a la nave y neutralizar a los terroristas. Por el estilo fueron muchas de sus actuaciones posteriores. Con apenas 36 años de edad y con una vasta experiencia en el campo militar, en 1978 decidió dejar el ejército. Fue entonces cuando se dedicó a los negocios. Primero montó una bomba de gasolina y luego un restaurante. En ambos fracasó.

Comprendió entonces que la paz no era su negocio y se enlistó en las Fuerzas Militares de su país y llegó a comandar un batallón y una brigada de infantería que peleó en la guerra del Líbano. Esta segunda experiencia militar le duró hasta 1983, cuando entró a engrosar las filas de los casi 100 oficiales de reserva y a crear, como muchos de ellos, su propia firma de asesorías en seguridad, la Hod Halanit, una empresa mediana que funciona en una oficina de Tel Aviv. La decisión de poner los conocimientos militares al servicio de los negocios es muy común en un país como Israel, donde el servicio militar es obligatorio. "Si usted toma a un tipo que crece en una granja y va al ejercito, cuando sale, sabe dos cosas: cultivar tomates y hacer la guerra. Y hay mucho más dinero en la guerra”, dice Aharon Klieman, profesor de ciencia política de la Universidad de Tel Aviv.

El primer cliente de la Hod Halanit fue un contacto hecho durante el conflicto del Líbano, la milicia de la Falange Cristiana, el grupo responsable de las masacres de los campos de refugiados de Sabra y Shatila. “La Falange necesitaba cinturones, cascos y equipo personal”, dijo Klein. El negocio fue sustancioso. Recibió dos millones de dólares por la venta de armas y equipo. Desde entonces, se dedicó a enseñar y promover el arte de la guerra por todo el mundo. Entonces llegó a Colombia y ayudó a formar el germen de un monstruo que con el tiempo bañaría en sangre a todo el país. Luego se marchó y reapareció en el programa de televisión. Hasta hoy cuando trascendió de su captura en Rusia. De donde debe ser extraditado a Colombia para que responda por sus sangrientas acciones.

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